Más allá de la pizarra: enseñar para liberar, no para encajar



"Educar no es llenar una mente vacía, sino liberar una voz silenciada por la desigualdad."


por:
Josselyn Anahí Paredes Moreira

El sistema educativo, muchas veces sin quererlo, reproduce la exclusión. La falta de currículos culturalmente relevantes, el escaso acompañamiento emocional y la invisibilidad de ciertas identidades hacen que miles de estudiantes se sientan como “invitados temporales” en un espacio que no los representa. Esta realidad afecta su rendimiento académico, pero sobre todo, su sentido de pertenencia y valor propio.

Según el INEC (2024), el 43,3 % de la población rural vive en pobreza, y la brecha digital sigue siendo significativa. Estas condiciones materiales provocan angustia y limitan las oportunidades de desarrollo, especialmente para niños, niñas y adolescentes que deben enfrentar múltiples obstáculos para continuar sus estudios. Además, como señala la UNESCO (2023), el uso no adaptado de tecnologías educativas puede ampliar la exclusión si no se diseñan pensando en contextos culturales y afectivos diversos.

Sin embargo, existen alternativas. Proyectos de educación comunitaria e intercultural han demostrado que es posible construir aulas que reconozcan la identidad, valoren la voz del estudiante y acompañen su desarrollo emocional. Cuando la escuela escucha y abraza, el aprendizaje florece.


Comentarios

  1. El artículo ofrece una mirada crítica y sensible sobre cómo el sistema educativo puede excluir a quienes no se ajustan a sus moldes tradicionales. La autora visibiliza con claridad que una educación transformadora solo es posible cuando se reconoce y valora la identidad de cada estudiante. Lcda. Karina Fuentes

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