“Aprender desde la desigualdad: cuando el aula excluye más de lo que educa”

 Por

Cabrera Montalvan Dayana 

       "La educación puede ser un puente para la igualdad o una barrera que refuerza las desigualdades sociales. Depende de nosotros transformarla."

La educación es un derecho fundamental y un motor para el desarrollo social, pero en la realidad, los sistemas educativos muchas veces reproducen y refuerzan las desigualdades existentes en la sociedad. En países como Ecuador y gran parte de América Latina, la clase social, el género y la etnia son factores determinantes que afectan el acceso, la permanencia y la calidad de la educación que reciben los estudiantes.

La pobreza limita el acceso a recursos materiales y tecnológicos esenciales para el aprendizaje, mientras que las niñas enfrentan barreras culturales y sociales, como la violencia de género y roles tradicionales que restringen sus oportunidades. Asimismo, los estudiantes indígenas y afrodescendientes sufren exclusión cultural y racismo dentro del aula, lo que afecta su sentido de pertenencia y autoestima.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) plantea la necesidad de garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos. Para lograrlo, es indispensable transformar la escuela en un espacio donde la diversidad cultural, social y de género sea reconocida, respetada y valorada. Esto implica reformas en la formación docente, rediseño curricular, inversiones en infraestructura y la aplicación de políticas afirmativas que promuevan la igualdad real.

Además de las barreras materiales y pedagógicas, la exclusión educativa tiene un profundo impacto en la identidad y autoestima de los estudiantes, quienes en muchos casos interiorizan que su origen o condición es un impedimento para su desarrollo. Por ello, la educación debe ser un instrumento de justicia social y cognitiva, que fomente la dignidad y el protagonismo de todas las voces, contribuyendo a construir sociedades más justas e igualitarias.

Comentarios

  1. Un artículo que revela con sensibilidad cómo la escuela puede ser tanto un vehículo de justicia como un espacio de exclusión, dependiendo de su capacidad para reconocer y transformar las desigualdades estructurales. Lcda. Karina Fuentes

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