Cuando la escuela no es para todos: desigualdad y educación en Ecuador


    Hablar de educación es hablar de derechos, de sueños y de futuro. Pero en Ecuador y en muchas partes del mundo la educación no siempre es justa ni equitativa. Aunque la ley dice que todos tenemos derecho a estudiar, la realidad demuestra otra cosa. Las desigualdades de clase, género y etnia siguen marcando el camino de miles de estudiantes, especialmente los que viven en zonas rurales, en contextos de pobreza o pertenecen a pueblos y nacionalidades históricamente marginadas. 

    Esto va en contra de lo que propone el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4) de la Agenda 2030, que busca una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos. Para lograrlo, primero tenemos que reconocer que el sistema educativo aún reproduce muchas injusticias. La escuela debería ser un lugar seguro, donde todas las personas pueden aprender en igual de condiciones. Pero en la practica, la desigualdad empieza mucho antes de entrar al aula. Quien nace en una familia con bajos recursos, probablemente tendrá que estudiar en una escuela con menos recursos, sin acceso a tecnología, sin materiales adecuados y con docentes sobrecargados. Mientras tanto, estudiantes de sectores más privilegiados acceden a una educación de mayor calidad. 

    Estas diferencias no son económicas. También son culturales y simbólicas. El sociólogo Pierre Bourdieu decía que la escuela reproduce el "capital cultural" de las clases dominantes, haciendo sentir fuera de lugar a quienes vienen de contextos distintos. Por eso, los niños y niñas indígenas, afrodescendientes o migrantes muchas veces no se ven representados en los libros ni en las dinámicas escolares, lo que afecta directamente su autoestima, su identidad y su motivación para aprender  Las niñas y mujeres jóvenes siguen enfrentando barreras de género. En muchas comunidades, se espera que ellas dejen de estudiar para ayudar en casa o cuidar a sus hermanos. Y aunque muchas lo logran, el camino es más difícil. Incluso en el aula, los estereotipos las empujan lejos de áreas como la tecnología, las ciencias o el liderazgo estudiantil.  

    Según datos de la CEPAL (2023), los estudiantes de pueblos indígenas en América Latina tienen una tasa de abandono escolar tres veces mayor que el promedio. Además, el acceso a educación secundaria y superior sigue siendo limitado en zonas rurales. Esto tiene consecuencias  graves: menos oportunidades, más discriminación y un ciclo de pobreza que se repite generación tras generación. 

    Frente a esta realidad, la educación no puede seguir siendo neutral ni silenciosa, Es urgente que las escuelas se transformen en espacios inclusivos, donde se respete la diversidad cultural, donde hablen de todas las historias, donde la voz de cada estudiante cuente.  Cambiar esta situación no depende solo del Estado, sino también de los docentes, las familias, los medios y la sociedad en general. Necesitamos una educación que no discrimine, que escuche y que abra caminos. 

    Este es un llamado a actuar. A revisar nuestras prácticas. A construir juntos un sistema educativo que no excluya, sino que abrace las diferencias, Porque solo así, lograremos una educación de calidad para todos y todas.

Educar para la equidad es educar para la justicia.


Jamileth Rosero












 

Comentarios

  1. Una reflexión contundente que revela cómo la desigualdad educativa empieza mucho antes del aula y se alimenta de estructuras sociales que aún no se transforman. El texto combina claridad, conciencia social y un llamado colectivo a actuar. Lcda, Karina Fuentes

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