“Educar no es igualar lo desigual: Justicia educativa en un sistema que excluye”

 Por: 

Dayanara Yamilex Cuenca Vaca

 

“No hay educación de calidad si no es para todos, y no hay justicia educativa mientras la pobreza, el género o el origen determinen quién aprende y quién queda atrás.”

En pleno siglo XXI, la educación sigue siendo un reflejo de las profundas desigualdades sociales que atraviesan nuestras sociedades. Aunque se proclame como un derecho universal, factores como la clase social, el género y la etnia continúan determinando quién accede a una educación de calidad y quién no. Esta situación representa una amenaza directa al cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4, que busca garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos (ONU, 2015; UNESCO, 2023). La realidad demuestra que muchos estudiantes, especialmente aquellos en contextos vulnerables, enfrentan barreras estructurales que van mucho más allá de lo pedagógico (CEPAL, 2022).

La pobreza, por ejemplo, limita el acceso a materiales escolares, alimentación adecuada y conectividad digital, afectando el rendimiento académico y la permanencia escolar (UNESCO, 2023). Las niñas, en zonas rurales o marginadas, enfrentan obstáculos como el trabajo doméstico, el embarazo adolescente o la falta de espacios seguros para estudiar (OIG-CEPAL). Por otro lado, los estudiantes indígenas o afrodescendientes suelen ser invisibilizados en los contenidos curriculares, lo que deteriora su identidad y autoestima (CEPAL, 2022). Así, el sistema educativo termina reproduciendo las desigualdades en lugar de combatirlas, profundizando la brecha entre quienes tienen privilegios y quienes no (UNESCO, 2023).

Más allá de lo académico, estas desigualdades impactan directamente en la dimensión emocional y social del alumnado. Cuando un estudiante no se siente representado, comprendido o valorado en el aula, su motivación por aprender disminuye. La escuela deja de ser un espacio de crecimiento para convertirse en un lugar de exclusión. Es urgente repensar la educación desde un enfoque crítico y transformador que reconozca la diversidad, promueva la equidad y construya sentido de pertenencia (CEPAL, 2022). Educar no es repetir contenidos: es abrir caminos, derribar muros y sembrar dignidad (Freire, 1970).

Para avanzar hacia una verdadera justicia educativa, es necesario más que reformas superficiales: se requiere una transformación profunda del sistema. Esto implica políticas públicas inclusivas, inversión adecuada, formación docente con enfoque intercultural y la participación activa de las comunidades (UNESCO, 2023; CEPAL, 2022). Apostar por una educación justa es mucho más que cumplir con una meta internacional; es construir sociedades más humanas, democráticas y solidarias. En palabras de Paulo Freire, educar es un acto de amor y, al mismo tiempo, un acto de valentía: la valentía de soñar con un mundo donde todos y todas tengan las mismas oportunidades de aprender y ser (Freire, 1970).

Comentarios

  1. Un texto crítico y profundamente humano que demuestra cómo la educación puede ser herramienta de exclusión cuando no reconoce las realidades diversas del alumnado. La autora propone un enfoque transformador y esperanzador basado en justicia y dignidad. Lcda. Karina Fuentes

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Formación docente y calidad en América Latina

“Aprender desde la desigualdad: cuando el aula excluye más de lo que educa”