Fracaso escolar y Pobreza

Fracaso escolar y pobreza 

De:

Yosselyn Chimbo 

El fracaso escolar sigue siendo uno de los desafíos más constantes y alarmantes, particularmente en entornos empobrecidos. Históricamente, este fenómeno ha sido atribuido al estudiante, indicando supuestas carencias personales o familiares. No obstante, estudios como los realizados por Michel Vandenbroeck (2015) ponen en duda esta perspectiva, sugiriendo que el fracaso académico debe interpretarse como una manifestación de desigualdades estructurales, relacionadas directamente con la pobreza, la marginación social y un sistema educativo que no asegura condiciones justas de aprendizaje.

Tal como lo expresan Schwartzman y Cox (2009, p. 18): “El nivel socioeconómico es el principal correlato de inequidad en el éxito educacional, pero podrían existir otros factores en contextos específicos”.

Estos jóvenes que abandonan habitan en su mayoría en zonas rurales o accedieron temprano al mercado de trabajo. Uno de los principales predictores  de desafiliación,  el  rezago,  ha  sido  asociado  a  las  características de  la  oferta curricular: “el rezago se produce como resultado de las propias prácticas del sistema educativo que  incluyen  propuestas  pedagógicas ineficaces y sin  alternativas  para  los estudiantes con estilos o ritmos diferentes al promedio.

Intenta reinterpretar el fracaso académico desde un punto de vista crítico, descartando la lógica individualista y mercantilista.  En vez de culpar al alumno por no respetar las normas escolares, es necesario considerar cómo la escuela y el sistema educativo están diseñados para favorecer a determinados grupos y excluir a otros, en particular a aquellos que provienen de entornos empobrecidos o culturalmente variados.

En respuesta a esto, se sugieren medidas específicas desde un enfoque de justicia educativa poner en marcha programas de soporte socioemocional, fortalecimiento escolar en entornos desfavorecidos, becas completas, políticas de nutrición escolar universal, capacitación docente en contextos específicos y la implicación activa de las comunidades en la toma de decisiones relacionadas con la educación.  Solo de esta manera podremos progresar hacia una educación inclusiva y transformadora, tal y como lo propone el ODS 4.

 ¿Hacia dónde avanzar?

Hacia la educación inclusiva como concepción central, a un enfoque preventivo y una visión de procesos de cambio, a la experimentación, la toma de riesgos y la investigación.

A esta altura, resulta evidente que la creación de entornos de aprendizaje en los que se atiende a los alumnos en forma lo más personalizada posible, en los que se posee información actualizada sobre su desempeño para hacer un buen seguimiento y en los que se ofrece una ayuda pronta y oportuna en cuanto aparecen las primeras señales de alarma, son medidas que todo sistema educativo debería tener para combatir el fracaso, sumado a una extendida educación inicial.” 

Existe un relativamente fuerte consenso sobre cuáles deberían ser las medidas que se deben tomar tanto en el nivel de los sistemas como en el de las escuelas y las aulas para que los aprendizajes mejoren, “el fracaso persiste como una roca pesada” (Escudero y Martínez, 2012, p. 176). El diseño de los sistemas educativos, su funcionamiento, sus inercias y lo complejo del  fenómeno del fracaso  en sí, hacen que el abatimiento de éste se vuelva un propósito todavía lejano.

 



Comentarios

  1. Un artículo crítico y bien fundamentado que desmonta la visión individualista del fracaso escolar, exponiendo cómo la pobreza y la desigualdad estructural son responsables clave. Una defensa clara de la justicia educativa como camino necesario para la transformación social.Lcda, Karina Fuentes

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Formación docente y calidad en América Latina

“Aprender desde la desigualdad: cuando el aula excluye más de lo que educa”