Más allá del aula: Desigualdad educativa y el reto de la justicia socialPor: Cevallos Torres Ricardo Ariel.
En pleno siglo XXI, la educación debería garantizarse como un derecho universal y accesible para todos, tal como lo propone el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 de la Agenda 2030. No obstante, todavía existen desigualdades relacionadas con la clase social, el género y la etnia que limitan tanto el acceso como la continuidad educativa, además de afectar la autoestima de los estudiantes, lo que contribuye a mantener la exclusión social. Por esta razón, es fundamental reflexionar y encontrar alternativas para construir un sistema educativo más equitativo.
Las desigualdades educativas tienen raíces profundas que afectan principalmente a quienes viven en áreas rurales o en condiciones económicas precarias. Según la CEPAL (2022), estos estudiantes enfrentan obstáculos significativos como la carencia de infraestructura adecuada, recursos insuficientes y falta de docentes capacitados. En mi experiencia personal, he observado cómo varios compañeros indígenas han tenido que abandonar sus estudios debido a la discriminación y la falta de apoyo económico. Esta problemática no es aislada: la deserción escolar en las zonas rurales es considerablemente mayor que en las urbanas, y las niñas indígenas son las más afectadas por este fenómeno. Estas desigualdades persisten porque las instituciones educativas a menudo no reconocen ni valoran la diversidad cultural y social del alumnado, lo que genera prejuicios que impactan negativamente en la autoestima y la identidad de los estudiantes. Como señala la UNESCO (2020), esta falta de reconocimiento reduce el sentido de pertenencia y la motivación para aprender, limitando así las oportunidades de muchos jóvenes para alcanzar sus metas
Ante esta situación, es indispensable reformar el sistema educativo para que sea verdaderamente justo e inclusivo. Es necesario garantizar que las escuelas con mayores necesidades reciban los recursos adecuados, capacitar a los maestros en enfoques interculturales y de género, y promover que las comunidades participen activamente en las decisiones escolares. Solo así la educación podrá empoderar a cada estudiante, sin importar su origen o condición social.
Una reflexión necesaria que muestra cómo la desigualdad educativa sigue siendo una barrera estructural para miles de estudiantes. El texto combina experiencia personal, datos y una propuesta realista para construir un sistema más justo. Lcda. Karina Fuentes
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